16 julio 2009

La importancia de las cosas


La importancia de las cosas
Marta Rivera de la Cruz
Editorial Planeta 2.009
413 pags.

La pacífica existencia de Mario Menkell, un tímido profesor universitario autor de una única y éxitosa novela, cambia de golpe cuando tiene que hacerse con los efectos personales de su inquilino, Fernando Montalvo, que acaba de suicidarse. El atribulado Menkell descubrirá que el piso del que es propietario, está abarrotado de los objetos mas variopintos: una colección de vitolas de puro, un lote de gramolas antiguas, porcelanas, niniaturas, huchas de cerámica, soldaditos de plomo...Tras el desconcierto inicial, Menkell entenderá que las cosas de Montalvo pueden ser un generoso guiño del destino, que por una vez parece haberse puesto de su parte. Ayudado por Beatriz, la mujer a la que ama en secreto desde hace años, Mario Menkel será capaz de reconstruir la misteriosa existencia de Fernando Montalvo y encontrará así una historia excepcional que puede brindarle la gran oportunidad de su vida.

En general es una novela entretenida que está bastante bien escrita, que trata del amor no correspondido, del amor ignorado, o bien de la chica que harta de que el chico no le tire los tejos, se va con otro. Estos son los dos supuestos que aborda, y lo hace bien. Además, emplea unos recursos narrativos, que tocan el género humorístico, patente sobre todo, en el relato de lo que acontece en el Centro Universitario Luis de Camoens, donde desde el rector, profesor y estudiantes son personajes esperpénticos.
Frente al esperpento universitario, hay otro relato, un poco mas serio, que es el que enfrenta a los protagonistas con el pasado y con los objetos que rodean al finado Fernando Montalvo. Mediante una serie de azarosos pasos, Beatriz y Menkell van avanzando en torno al pasado del enigmático personaje, aunque la actuación de ambos, sea bastante pasiva en la investigación.
Yo le pondría un par de peros al libro, aunque a decir verdad, me gustó bastante: primero, los personajes son demasiado estereotipados y pobremente definidos. Cuando leía la novela, el personaje de protagonista me lo imaginaba un Clark Kent, con su gafas de culo de botella y muchos talentos ocultos. Segundo: el final me parece apresurado, nos quedamos sin saber que pasa con Fernando Caspe, el alumno de Menkell, y por otro lado dá la impresión de final un poco apresurado.
En definitiva, a pesar de estos dos detalles, está bastante bien, y aparte de proporcionarnos unas buenas jornadas de lectura, al menos nos arrancará algunas sonrisas, que siempre son de agradecer en los tiempos que nos toca vivir.

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